Mis Memorias

Empiezo a escribir estos apuntes, que no puedo imaginar hasta dónde llegarán, a una edad en que apenas se vive de recuerdos. Pronto llegaré a los setenta años, y aun cuando me encuentro en plena actividad intelectual y física, con excelente salud, la vida tiene ya muy pocos atractivos para mí. ... Me mueve a escribir más que todo, un sentimiento de gratitud hacia un gran argentino que, desconocido en los momentos en que mayores servicios prestaba al país, ha concluido por reconquistar en el juicio de sus conciudadanos el alto puesto que debió ocupar siempre, como ha llegado a tenerlo en la magistratura de la Nación, cuando las pasiones políticas han dejado de influir sobre él. Hablo de mi ilustre amigo José Figueroa Alcorta, cuya gran obra deseo explicar en la parte en que me tocó el honor de colaborar con él. Y puesto por ese propósito en el camino de hacer conocer por mis sucesores las ideas que presidieron a mi acción pública, antes y después de su ejemplar gobierno, me he dejado seducir por la ingenua tentación de escribir mis memorias, por lo que pudieran ser útiles para la composición de la historia argentina, de aquellos y de estos días. Al hacerlo, me propongo seguir un método fijado de antemano. No escribiré historia, para lo cual es indispensable ser un artista de las letras. Haré crónica por medio de conversaciones íntimas, que acaso puedan servir de elementos para quien sea capaz de escribirla, y como ella será presentada desde mi punto de vista y respecto de sucesos en los cuales de cerca o de lejos habré actuado, no podré dejar de hablar de mí mismo, por más empeño que ponga en evitar una actitud que siempre tiene algo de ridícula.